capítulo 13: El inicio de una nueva etapa

Al terminar el máster de profesor de secundaria, tenía clara una cosa: debía volver a las aulas. Después de lo vivido durante el periodo de formación, estaba convencido de que mi verdadera vocación era ser profesor. Así que, sin perder tiempo, me dediqué a reunir toda la información necesaria para preparar las oposiciones de mi especialidad. Comencé a buscar temarios, inscribirme en cursos... todo lo que fuera necesario para estar listo.

Sin embargo, el país atravesaba una grave crisis económica. El gobierno, en un esfuerzo por reducir el gasto público, decidió cancelar las oposiciones para profesores de secundaria y reducir la tasa de reposición de funcionarios jubilados. Acceder a la enseñanza pública se convirtió en un camino casi imposible a corto plazo.

Esto era un gran problema, ya que las perspectivas indicaban que durante varios años no habría oposiciones, y cuando finalmente se convocaran, el número de plazas sería muy bajo. Para alguien sin experiencia previa en la enseñanza, como yo, acceder a un puesto docente se volvía una tarea extremadamente difícil.

Mientras tanto, yo seguía trabajando en una empresa y dando clases particulares para financiar mis estudios y cubrir mis gastos. Mi contrato en la empresa estaba por terminar, y aunque me ofrecieran renovarlo, no era un trabajo que me apasionara. Estar pegado a un ordenador ocho horas al día no era lo que quería hacer con mi vida.

Decidí entonces explorar opciones en el ámbito educativo privado y concertado. Creé un mapa con todos los centros concertados y privados de mi ciudad, actualicé mi currículum y comencé a enviarlo y entregarlo en mano a cada uno de esos centros.

Conforme pasaban los días, no podía limitarme a esperar respuestas. Amplié mi búsqueda a los territorios cercanos y, eventualmente, a todo el país. La falta de experiencia seguía siendo un obstáculo, ya que muchas de las vacantes requerían experiencia previa. Además, debido a la crisis, muchos centros concertados habían reducido su personal, priorizando la contratación de profesores con experiencia.

Acceder a la función docente parecía cada vez más una tarea hercúlea. Sin oposiciones a la vista y sin experiencia suficiente, el camino hacia la enseñanza se tornaba cada vez más cuesta arriba. Mi única opción era seguir preparándome para unas oposiciones que se convocarían en un futuro incierto.

Entonces, un día de abril, mientras compaginaba mi trabajo en el departamento de calidad de una instalación nuclear con las clases particulares, recibí una llamada que lo cambió todo. Estaba en clase con dos alumnas cuando mi teléfono sonó. Al ver un número desconocido, pedí un momento a las chicas para atender la llamada.

Al otro lado de la línea, una mujer me informó que llamaba desde un centro concertado de mi ciudad. Necesitaban cubrir urgentemente una vacante de profesor de Matemáticas en ESO y Bachillerato y me preguntó si estaba disponible para una entrevista esa misma tarde. Respondí afirmativamente sin pensarlo dos veces y acordamos vernos en una hora.

Colgué el teléfono con una mezcla de excitación y nerviosismo. Expliqué la situación a mis alumnas y les pedí disculpas por tener que cancelar la clase. Luego, rápidamente, cancelé el resto de mis clases particulares para el día y corrí a casa a prepararme.

Llegué a casa con la mente acelerada, intentando organizar mis pensamientos y prepararme para la entrevista. Me puse mi mejor traje, repasé mi currículum y revisé los materiales que había preparado durante el máster. Quería asegurarme de que estaba listo para cualquier pregunta que me pudieran hacer sobre mi experiencia y mis métodos de enseñanza.

Mientras me preparaba, no podía dejar de pensar en lo mucho que significaba esta oportunidad. Era la posibilidad de volver a las aulas, de poner en práctica todo lo que había aprendido y, lo más importante, de seguir mi verdadera vocación. Mi mente repasaba constantemente los detalles del trabajo, los temas que quería abordar y cómo quería presentarme. Sabía que debía mostrar mi pasión por la enseñanza y mi compromiso con la educación innovadora.

Con cada minuto que pasaba, la ansiedad crecía, pero también lo hacía mi determinación. Sabía que esta entrevista podría ser el primer paso para cambiar mi vida profesionalmente. Mi corazón latía con fuerza mientras terminaba de ajustar mi corbata y tomaba mis materiales. Salí de casa con la esperanza de que, al final del día, todo el esfuerzo y la espera habrían valido la pena.

Confiaba en que la entrevista sería la oportunidad para demostrar todo lo que podía ofrecer como docente. Me dirigí al centro concertado con la mente llena de ideas y el deseo ferviente de marcar la diferencia. Estaba decidido a mostrar que, a pesar de los obstáculos y la incertidumbre, estaba listo para asumir el desafío y comenzar una nueva etapa en mi vida profesional.