capítulo 14: Una oportunidad inesperada

Tener mi primera entrevista para trabajar en un centro educativo fue una experiencia emocionante. La información proporcionada por la directora era maravillosa: una vacante completa para impartir Matemáticas tanto en ESO como en Bachillerato. Sabía que debía aprovechar esta oportunidad.

Esa tarde, hice algo inusual. Me puse mi mejor traje con la idea de causar una buena impresión. Me preparé cuidadosamente, listo para convencer a la directora de que, a pesar de mi limitada experiencia, yo sería un gran docente.

Cada paso que daba hacia el centro aumentaba mis nervios. Me costaba creer que, tras una espera que parecía eterna, finalmente tenía la oportunidad de volver a las aulas. Sin embargo, la falta de experiencia me hacía dudar. Sabía que probablemente habría otros candidatos con muchos más años en las aulas.

Al llegar al centro, me encontré con una sorpresa: el vestíbulo estaba lleno de alumnos corriendo de un lado a otro, celebrando sus fiestas. El ambiente era vibrante y emocionante, lo que aumentó aún más mis ganas de trabajar allí.

Me acerqué a una mujer en la portería y le informé sobre mi entrevista con la directora. Con una sonrisa amable, me condujo a una pequeña sala de espera decorada con trofeos. Me pidió que esperara un momento mientras avisaba a la directora de mi llegada.

No pasó mucho tiempo antes de que entrara una mujer con una expresión amable pero seria. Se presentó y, sin perder tiempo, empezó a revisar mi currículum lleno de anotaciones. Aunque señaló mi falta de experiencia, también elogió mi formación y mis ganas de implementar nuevas metodologías y TIC en el aula. Para mi sorpresa, me dijo que mi currículum era el mejor que había recibido en términos de formación, pero la falta de experiencia era un punto en contra. Estaba en segunda posición para la vacante.

La frustración creció en mí al saber que solo había una persona delante de mí. Sin embargo, la directora me sugirió mejorar mi currículum enviando cartas de recomendación. Salí del centro decidido a conseguir esas cartas lo más rápido posible.

Llegué a casa y escribí a mis profesores del Máster y tutores de prácticas y de trabajo de fin de Máster. La respuesta fue increíble: en menos de 24 horas, tenía varias cartas de recomendación en mi correo. Las envié de inmediato.

A pesar de todo eso, no obtuve respuesta ni de la directora ni del centro durante varios días. Por lo que tenía la sensación de que todo estaba perdido, que volvía a la casilla de salida. Aun así, yo no me despegaba de mi teléfono móvil, esperando alguna noticia alentadora que confirmara que mis esfuerzos no habían sido en vano.

Ese domingo, como solía hacer habitualmente, me fui a entrenar para desconectar de la rutina diaria. En aquel entonces practicaba y competía en tiro con arco, un deporte que me permitía trabajar mi concentración y relajarme. Después del entrenamiento y de destrozar unas cuantas dianas, llegué a casa y me fui directo a la ducha. Sin embargo, cuando ya estaba debajo del agua y completamente mojado, mi teléfono empezó a sonar. Era un número que no estaba en la agenda, así que no dudé y lo cogí ¿Quién me podría llamar un domingo?

Para mi sorpresa era la directora del centro. Me preguntaba si todavía estaba disponible, a lo que no dudé en responder afirmativamente. Me pidió que el lunes a primera hora fuera por el centro, querían tener una reunión conmigo para informarme de la situación de las clases con las que iba a trabajar. Colgué el teléfono en estado de euforia. No podía creerlo: lo había conseguido. En unos días, estaría dando clases de nuevo. La incertidumbre y el esfuerzo finalmente habían valido la pena. Una nueva etapa en mi vida estaba a punto de comenzar, llena de desafíos y aprendizajes, pero con la satisfacción de haber alcanzado una meta tan ansiada.