Este 2025 celebramos el vigésimo aniversario de una conquista que cambió nuestra historia: la aprobación del matrimonio igualitario en España. Veinte años después de que el Congreso aprobara aquella ley pionera, el debate ha vuelto al centro de la conversación pública gracias a la inclusión de una batería específica de preguntas en el barómetro de junio del CIS. No es un gesto menor: es un reconocimiento institucional, una reafirmación de que los derechos también se protegen nombrándolos.
En 2004, cuando el CIS preguntó por primera vez sobre esta cuestión, el 66,2 % de la población ya se mostraba a favor del reconocimiento legal de las uniones entre personas del mismo género. Hoy, ese respaldo se ha transformado en consenso social: el 87,3 % de la ciudadanía considera que la aprobación del matrimonio igualitario fue un primer paso en la conquista de derechos del colectivo LGTBI+. Además, el 68,5 % lo ve como una conquista positiva para toda la sociedad y el 56,4 % declara sentirse orgulloso de que España haya sido pionera en este ámbito.
Son datos que no solo emocionan, sino que interpelan. Porque demuestran que la igualdad no fue una moda ni una concesión coyuntural. Fue y es un paso firme hacia una democracia más inclusiva, una que reconoce que no hay ciudadanía plena si no es con derechos para todas las personas, con independencia de a quién aman o cómo viven su identidad.
Hablar de matrimonio igualitario es hablar de protección, dignidad y reconocimiento. Gracias a esta ley, miles de familias han podido regularizar su situación jurídica, acceder a derechos sucesorios, adoptar, decidir en contextos sanitarios o disfrutar de los mismos derechos que cualquier pareja. Pero también es una ley que tuvo un efecto multiplicador. Abrió el camino a otras como la Ley de Identidad de Género de 2007 o las leyes LGTBI+ y Trans aprobadas en 2023.
Más allá del plano legal, esta norma impulsó un cambio cultural sin precedentes: permitió que generaciones enteras crecieran sabiendo que su amor era válido, que sus familias no eran invisibles, que su vida podía ser vivida con orgullo y sin miedo.
El barómetro del CIS también revela que el cambio ha sido transversal, pero no uniforme. Existen diferencias significativas según la edad, el nivel educativo o la ideología. Mientras más del 75 % de las personas con estudios superiores se muestra totalmente de acuerdo con el matrimonio igualitario, entre los sectores más conservadores la media de apoyo baja. Y aunque incluso entre los mayores de 75 años el respaldo sigue siendo mayoritario, es visiblemente menor.
Estos datos nos recuerdan que no podemos dar nada por sentado. Que la igualdad necesita ser ejercida, defendida y ampliada constantemente. Que la educación en diversidad, el trabajo intergeneracional y la intervención en entornos rurales o vulnerables son estrategias urgentes y necesarias.
En un contexto europeo donde algunos gobiernos están retrocediendo en derechos LGTBI+, España tiene la responsabilidad de liderar con orgullo. Este aniversario es una oportunidad para decirle al mundo que aquí la igualdad no se toca, que los derechos conquistados no se cuestionan, y que estamos preparadas para ser faro, para tender la mano a quienes aún viven la persecución y el miedo.
Como dice Paula Iglesias, presidenta de la Federación Estatal LGTBI+, “este logro no puede anestesiarnos”. Porque no basta con haber conseguido el matrimonio igualitario. Hay que sostenerlo en el tiempo, ampliarlo, protegerlo de quienes quieren borrarlo y asegurar que llegue a todos los rincones del país. La verdadera democracia no se mide solo por lo que legisla, sino por su capacidad de ejecutar, de sostener y de resistir frente al odio.
Veinte años después, seguimos celebrando. Pero también seguimos luchando.