capítulo 15: El desafío de ser profesor

La primera reunión para conocer la situación de los grupos con los que trabajaría fue reveladora y, a la vez, alarmante. Me informaron que impartiría clases a 2º y 1º de Bachillerato, 1º de ESO y 3º de ESO. Además, sería tutor de 3º de ESO. Teniendo en cuenta que estábamos comenzando el mes de mayo, esto suponía un verdadero reto.

Lo más preocupante era que sería el quinto profesor en impartir la asignatura en esos grupos este año. En el primer trimestre tuvieron una profesora que los alumnos adoraban, pero fue despedida tras fuertes discusiones. Mientras buscaban un reemplazo, otros dos profesores del centro asumieron temporalmente las clases para no perder el ritmo. En el segundo trimestre, llegó otro profesor, pero tuvo enfrentamientos significativos con los alumnos y se fue de un día para otro. Así que mis colegas intentaron continuar con el temario hasta mi llegada.

Para aumentar la presión, me informaron que la sesión de evaluación de 2º de Bachillerato sería la semana siguiente y las fechas de sus exámenes globales ya estaban fijadas. Las pruebas de la EBAU determinaban el calendario y las calificaciones debían estar listas a tiempo. Además, el profesor anterior no había realizado ningún examen, por lo que tendría que programar y realizar un examen antes de la evaluación para obtener alguna calificación.

Allí estaba yo, a 30 de abril, enfrentándome a un panorama desalentador. Me preguntaba cómo prepararía un examen de un temario que no había impartido y cómo me enfrentaría a los alumnos de 2º de Bachillerato, pidiéndoles que hicieran un examen para poder evaluarlos. Temía ser odiado y no acertar con los contenidos vistos. No sabía si el anterior profesor había dado más importancia a unos temas sobre otros.

Además, no se había terminado el temario de ciencias y sociales en 2º de Bachillerato, y me pedían que lo completara en las pocas semanas restantes antes de la EBAU, haciendo un examen global y poniendo la calificación final de los alumnos, quienes se jugaban su futuro universitario.

Tendría que ver todos los temas de integración y probabilidad. Mi primera clase sería el 2 de mayo, por lo que tenía solo dos días para prepararme. Nadie me dio una programación de la que partir y dejaron claro que los resultados de las pruebas dependerían de mí. La presión era enorme. La rotación de profesores solo me hacía pensar que no lograría mantener el puesto y sería el siguiente en marcharme. Sentía que era un parche temporal, que al terminar el curso me despedirían para contratar a alguien con más experiencia. Aun así, estaba decidido a luchar por esos grupos de 2º de Bachillerato.

Después de la información sobre 2º de Bachillerato, el resto de los cursos parecían manejables. En todos iban retrasados con el temario, pero había más margen para trabajar ya que las evaluaciones eran más lejanas. En cuanto a calificaciones, estaban igual que en 2º de Bachillerato: nada del tercer trimestre. La excepción era 1º de ESO, donde acababan de realizar un examen sin corregir. Ahora, además de preparar las clases, tendría que corregir un examen del que desconocía los criterios.

Por último, me informaron sobre la tutoría de 3º de ESO. Tendría que conocer al grupo rápidamente y utilizar la primera tutoría para presentarme, dirigiéndome al departamento de orientación para organizarme. Al finalizar la reunión, me dieron los libros de texto y mi horario. Salí de la reunión asustado y abrumado. No podía creer todo el trabajo que debía preparar en solo dos días.

Caminando de vuelta a casa, mi mente no paraba de dar vueltas. Sabía que las próximas semanas serían intensas y exigentes. No podía permitirme fracasar; demasiadas personas contaban conmigo. Esa noche, me senté en mi escritorio, rodeado de libros y papeles, y comencé a planificar. Sabía que el camino sería difícil, pero también sabía que estaba listo para enfrentarme a ese reto. Tenía la oportunidad de demostrarme a mí mismo que podía ser el profesor que siempre había soñado ser.